Posted at 18:18h
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A mí lo del confinamiento me da mucha ansiedad. Que me diga alguien que no puedo salir de mi casa me da taquicardia y ganas de matarme. Por no hablar de que los niños no puedan salir. Pero hasta hoy pensaba que era porque yo soy así de moñis, así de rebelde, así de pesada, así de punk, así de gilipollas. Pero hoy me he entendido un poco más, y quiero compartirlo porque seguro que ahí fuera -o más bien ahí dentro- hay muchas otras personas en mi misma situación.
Empiezo por el principio: todo ha sido porque chateaba con una colega sobre nuestra común ansiedad. Yo le he dicho que en otra vida debo haber estado encerrada en una cárcel muchos años, porque la rabia que siento ahora mismo no es normal. Y ella me ha respondido que no hace falta que me vaya a otras vidas, que en esta ya hemos estado encerradas en cárceles. Y me ha caído la ficha: Ambas compartimos una infancia marcada por el abuso sexual. Ambas compartimos el habernos sentido atrapadas en pesadillas de las que no podíamos huir.
Porque los niños no pueden huir. De hecho uno de los recuerdos más vívidos que tengo de mi infancia, y que se me repite una y otra vez, es mi imagen corriendo escaleras abajo del piso de mi abuela, de la casa de mi madre, de la casa de veraneo… huyendo presa del pánico, aterrorizada.…