16 Ene Beatriz Gimeno sobre la agenda sexual heterosexual
Hace un par de semanas se publicaron en España dos estudios sobre la violencia de género en adolescentes y jóvenes cuyos resultados venían a demostrar que los adolescentes, ellos y ellas, son cada vez más machistas y no menos. Todo el mundo puso el grito en el cielo y recordó la falta de políticas de igualdad. Pero aquí convendría recordar que hace dos años Amnistía Internacional publicó un informe en el que denunciaba que en los países nórdicos, con décadas de políticas y formación igualitarias, se sigue produciendo mucha violencia machista; tanta o más que aquí. La realidad es que en Suecia el machismo es tan peligroso y violento como aquí. Así pues, tenemos que asumir que décadas de un cuasi feminismo de estado no parecen haber cambiado sustancialmente eso que Connell llama “el orden de género”.
El problema es que el orden de género es un mecanismo de una complejidad que parece inabarcable. Como dijo una vez Celia Amorós con una metáfora muy afortunada, el patriarcado es como la cabeza de Medusa, con serpientes en lugar de cabellos; cortas una y crece otra aún más fuerte. Las feministas tenemos a veces la sensación de que mientras estamos combatiendo una serpiente (por ejemplo, la de la desigualdad legal) hay otra que está engordando (la del lenguaje, por ejemplo); mientras nos volvemos a la del lenguaje nos crece la dictadura de la imagen corporal y cuando le damos un golpe a ésta parece engordarse la de la violencia machista; cuando legislamos contra la violencia machista entonces ésta se enmascara tras la violencia simbólica de las representaciones…y así vamos acumulando agotamiento y frustración.