Uncategorized

Eso lo sabemos hacer muy bien. Ser hombres-y-mujeres-de-nuestro-tiempo. Qué bien lo hacemos. Aunque como dice la Zorra Suprema, «no sepamos qué es el tiempo y ser hombres y mujeres sea una clasificación miope de la humanidad.» Con todos ustedes, la Zorra Suprema a la vuelta de las vacaciones:

«Después de revolcarme durante dos semanas sobre el cadáver pestilente de la postmodernidad, habiendo estado durante quince días habitando un no tiempo con necesidades básicas mínimas, volví desvergonzadamente a mi cotidianidad. Fácil ignorar que no necesito estos artilugios, ni ganar dinero, ni crear, ni nada. Difícil reconocer mi inutilidad en tanto ser humano, y dejar de engañarla con tareas pendientes y proyectos de vida.
No ser, estar, respirar sin el deseo como impulso vital, requiere de unos parámetros con los que no sabemos lidiar. Sabemos ser hombres-y-mujeres-de-nuestro-tiempo. Aunque no sepamos qué es el tiempo y ser hombres y mujeres sea una clasificación miope de la humanidad.»

Hola,
no m’he pogut estar d’escriure’t. Avui m’he acabat un bon llibre: La Barcelona de la dinamita, el plomo y el petróleo 1884-1909. que m’ha donat una sorpresa. M’he trobat amb la teva homonima, no he sabut si era coincidència o causalitat. M’ha semblat molt divertit, després a internet he trobat més referències al personatge:

«El matí es sorollós al Raval on es generalitzen els tirotejos pels carrers de Sant Pau, el Paral·lel i les rondes. La prostituta Maria Llopis, coneguda com la “Quaranta cèntims”, es farà cèlebre per acabdillar un escamot d’homes i dones que a través del Paral·lel destrossen el mobiliari i els cristalls dels cafès que es neguen a tancar. Després tombaran un tramvia i s’enfrontaran a una patrulla de la Guàrdia Civil.»

Gerard.

+ info sobre la setmana trágica

Preciosa, sexy, guapísima mujer. Qué maravilla salir de casa para comprar el periódico medio dormida, en el quiosco de la Rambla, y encontrarse con sus pechos rosados, y sumergirse en ellos, y reirse y sentirse bien y feliz con una completa desconocida. Lo que hay que hacer por un duro, dice Claudia. Tengo su teléfono, yo quiero conocerla. Yo quiero trabajar con ella.…


Fotografía de Tracey Emin.

Ayer era la noche de los museos en Barcelona y yo salí. Así que allí estaba yo, en el palacio de la Virreina, un poco ciega y un poco aturdida, paseando la sala de exposiciones entre la muchedumbre. Fantástica combinación, la noche, las drogas/la magia y el arte. Me parecen absurdas ahora las salas de exposiciones por el día, todo tan limpio y tan racional. El arte necesita de la capacidad de entrar en otros mundos, y la nocturnidad siempre ayuda.

Había una sala con las paredes pintadas y una pequeña librería con catálogos de arte. Y allí me encontré, de nuevo, con la fotografía de Tracey Emin que ilustra este post. Y pensé que esta fotografía sintetiza todo. TODO. Pensé que me pierdo con las palabras, las mías y las de los otros, queriendo explicar el mundo. (Lola dice que en sus guiones escribe pocos diálogos y de todas formas acaba eliminándolos en el montaje.) Me pierdo con los discursos, con las imágenes, me pierdo.

¿Cómo contarlo todo con una sola imagen? ¿Cómo llegar a la síntesis absoluta, a la expresión del todo en una única imagen?…

No puede ser una visión universal y homogénea sino una conexión de voces, una articulación de alianzas que beba de distintas fuentes: el postfeminismo, el postcolonialismo, las teorías postidentitarias, la postpornografía (y post no quiere decir que están de vuelta, porque eso querría decir que no han ido demasiado lejos; sino que surgen de y van hacia un lugar aún no definido). Un punto de vista que se nutra de los conocimientos tallados a partir de experiencias. Moldeado por algo que nos cuesta mucho pensar: una ética que nos guíe y nos recuerde que hemos abandonado las identidades fijas y, con ellas, todo el tinglado montado sobre la familia nuclear, los lazos de sangre, la herencia y la descendencia, y sobre un tipo de amor, el romántico, que tan mal se lleva con nuestra ansias de libertad sexual. No se puede ser puta y santa, madre y libre, pareja y amiga, sin caer en las contradicciones de un lenguaje y unas prácticas que no cohabitan. Coexisten, pero no copulan. Y a veces se dan de hostias.
Un punto de vista transfeminista tiene que surgir de la creación y la circulación, del trabajo colectivo, distribuido y ligado. No podemos intentar poseerlo, apropiarnos de este punto de vista.